Nudos sin desenlace

El mundo se ha vuelto loco...o eso creo. Amor: ni edad, ni sexo, ni raza. Con la misma fuerza con la que se defiende y se enfrenta al principio, se deja ir...por razones que nadie nunca ha sabido explicar ni definir, se va, y sólo podemos asimilarlo con más, o menos tiempo.
Tod@s soñamos con que eso, que nadie puede entender, no nos suceda nunca a nosotr@s. Quien lo ha vivido alguna vez, sabe que es de los dolores más profundos que existen, por absurdo que pueda parecer a otr@s.
Es una entrega eterna que con el abandono, se queda en un algo sin vida, sin hogar y sin aliento. Abunda la desesperanza y el miedo al enfrentarse al mundo a solas, sin alma y sin nada (aparentemente).
Algo que aprendí, es que el miedo, nunca se va, y hay que aprender a vivir con él, aunque a veces se haga duro. Es inevitable, porque no controlamos ni el 50% de nuestros sentimientos ni pensamientos y todo se puede desvanecer en un soplo de viento.
Por ello hay que vivir cada momento y situación, sin pensar, que siempre estarás o estará ahí para devolverte la vida. Siempre aparece la amada y temida dependencia que te acoge o te desahucia como le conviene.
Much@s vivimos con ella, consciente de ello, pero sin importarnos porque no queremos que NADIE nos haga vivir con menos intensidad, NUESTRO MOMENTO. Y mañana, Dios dirá.
Una sarta de contradicciones incomprensibles. Así es el ser humano.
A veces, no tenemos culpa de que se vaya, no tenemos nada que ver. Pero hay que aprender a apreciar lo que tenemos y a cuidarlo con el mimo que le corresponde, para no darle razones (por nuestra parte) y evitar culparnos en un futuro. O así lo creo...